viernes, 15 de mayo de 2009

Carta del profesor Fernando Atria a Gabriel Boric

14 de mayo de 2009


Señor
Gabril Boric
Presidente
Centro de Estudiantes de Derecho
Universidad de Chile

Estimado Señor Presidente,

La situación en la cual se encuentra la Facultad de Derecho ha mostrado lo mejor y lo peor de ella.

Lo mejor, que son sus estudiantes. Nuestra Facultad no solo atrae a los mejores estudiantes del país, sino que tiene una historia que hace que ellos al ingresar asuman una posición que a estas alturas es inusual dentro del sistema universitario chileno: la de participantes de una tradición por la cual son responsables. En efecto, los estudiantes de derecho que tienen tomada la Facultad desde hace dos semanas no lo hacen persiguiendo reivindicaciones gremiales. Al contrario, ellas están enderezadas a asegurar la supervivencia de la Facultad como una escuela de excelencia, cuya posición dentro del contexto universitario chileno le asegure una voz principal. Que la Facultad de Derecho cuente con estudiantes dispuestos a movilizarse en defensa del interés de todos, y no de su interés particular, de grupo, es lo que constituye su mayor capital.

Son los estudiantes y no los profesores los que han hecho la mayor contribución no solo a que los problemas que aquejan a la Facultad estén hoy bajo discusión, sino también a su correcta identificación. Como han indicado las declaraciones de profesores que se han sucedido en estos días, el diagnóstico de los estudiantes es en lo fundamental aceptado. Dos cuestiones centrales plantean los estudiantes: la normalización del claustro académico de la Facultad y la elaboración de un plan de desarrollo institucional. La visión que estas demandas manifiestan, de una Facultad cuyo déficit radica hoy en la irracionalidad de su claustro académico y su ausencia de claridad en cuanto a su desarrollo futuro, ha sido aceptada, hasta donde yo he podido notar, unánimemente. Nuevamente los estudiantes han dado una lección a los profesores sobre espíritu universitario.

Pero en estos días hemos visto también lo peor: la disolución de los estándares mínimos de integridad académica. Se ha comprobado que el Decano de la Facultad ha presentado como un libro de su autoría exclusiva una memoria de prueba que él dirigió. Esta comprobación hace académicamente imposible que el Decano actual continúe en ese cargo. En efecto, hacerlo significaría aceptar que la de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile es una comunidad para la cual la integridad intelectual ya no es una cuestión de primera importancia. El Decano se ha defendido diciendo que no hizo nada ilegal, como si el hecho (si lo es) de que no infringió la ley hiciera aceptable lo que se ha probado que hizo. Él parece no darse cuenta de que sus protestas de no haber hecho nada inapropiado tienen el efecto dramático de redefinir qué cuenta como apropiado o inapropiado. Sería una vergüenza que esas protestas tuvieran éxito, que sirvieran para redefinir los estándares de integridad académica de la Facultad, y que ésta en definitiva asumiera los que ahora propone el decano: que en la medida en que no haya infracción de los derechos subjetivos de alguien (es decir, en la medida en que haya acuerdo entre profesor guía y memorista) es perfectamente apropiado para un profesor pasar como suya una memoria de prueba.

Nadie puede, desde luego, celebrar el hecho de que las actividades académicas de la Facultad estén suspendidas por ya dos semanas. Esto, en términos de competencia en el mercado, afecta desde luego la imagen de la universidad. Pero esta consideración, aunque debe estar presente, no puede ser decisiva. Lo que anima al movimiento de los estudiantes de derecho es algo que está demasiado cerca del núcleo de la idea universitaria. Sus demandas identifican de modo demasiado certero lo que la facultad necesita corregir para proyectar en el futuro su liderazgo actual. Por eso reciba usted, y a través suyo los estudiantes que se han movilizado con usted, todo mi apoyo.

Atentamente,
Fernando Atria