Santiago, 6 de mayo de 2009
Estimado Gabriel
Contesto a su carta a título estrictamente personal y sin pretender representar a nadie más que a mí mismo.
He leído con atención su invitación a que los profesores nos pronunciemos. Como respuesta le expreso a usted y a los estudiantes que participan en la Toma, mi profunda preocupación por el camino que han decidido adoptar y que no comparto porque no coincido en varios de sus diagnósticos.
Como es de su conocimiento me caracterizo por apoyar las iniciativas de los estudiantes y su papel como constructores de historia, sin embargo, ello no me obliga a coincidir con las decisiones que adoptan en ejercicio de ese rol.
Como es evidente la circunstancia de no concordar con su táctica y estrategia no implica que disienta con ustedes en la preocupación que muestran acerca de la situación de la Escuela.
Tampoco discrepo con los valores que han desenvuelto para llevarla adelante, muchos de los cuales comparto, según he demostrado con hechos concretos a lo largo de mi vida académica.
Desde mis posibilidades he venido contribuyendo a la implementación paulatina de medidas académicas que favorecen la creación de un escenario que haga viable varias de las que ustedes piden, y con las que concuerdo plenamente. Para crear un contexto sano socialmente se requiere respetar al conjunto de la comunidad académica en sus ritmos de cambio: convivimos en la Facultad generaciones que han construido el país desde la década de 1950. Cada profesor, cada administrativo de la Escuela, tiene un conjunto de vivencias que implica una lectura íntima sobre las voces cambio; triestamentalidad; cogobierno, rol social; función pública; conciencia crítica, etc., etc. Asumir esta realidad implica reconocer que la cultura de la Escuela no es simple sino altamente compleja y que su transformación requiere de un ejercicio amigable y pausado.
Como es evidente, se hace difícil iniciar un debate sano de ciertas cuestiones que dañan intereses creados a la luz de la ley, en un ambiente de fuerza y de abierto desprestigio de los calificados como opositores a los cambios.
Considero que la Toma, dadas ciertas condiciones normalmente extremas, es una acción legítima y así se ha entendido en la historia de nuestra Escuela. Sin embargo, estimo que la Toma que usted ha organizado y que usted dirige presenta dudas razonables acerca de su legitimidad y me inclino a considerarla ilegítima en atención a las siguientes consideraciones:
1. Rechazó usted y su equipo la invitación formal de las autoridades a seguir un camino claro de diálogo que comprendía incluso la realización de un claustro destinado a fijar la política de desarrollo institucional.
En su propia declaración señalan que recurren a la Toma como un acto de fuerza para acumular capacidad de negociación. Su discurso me indica que desconfían ustedes de la legitimidad democrática que les entregaba la votación de más de 1300 estudiantes. Esa legitimidad democrática fue reconocida en la declaración del decanato según consta en el considerando número dos. Es más, consta en la respuesta del decano que tienen ustedes en el blog de la Toma, que incluso la petición de renuncia sería analizada en el Consejo de Facultad.
2. No puedo avalar que se considere a una acción de fuerza como una respuesta apropiada a la propuesta de diálogo realizada por la autoridad;
3. No corresponde en la vida académica dialogar recurriendo a la fuerza;
4. No me asiste la convicción que sea representativa esta acción de fuerza de todos los estudiantes que son parte de nuestra Escuela;
5. Persigue obtener la renuncia de una autoridad que fue elegida democráticamente por los académicos. El Estatuto de la Universidad de Chile es enteramente legítimo y de él deriva nuestro derecho a elegir a la máxima autoridad de la Facultad. Estimo que es el Consejo de Facultad, entidad representativa de los académicos, y que se compone de una mayoría de miembros electos, la entidad legitimada para conocer de su petición de renuncia.
6. La Toma ha provocado ya un severo daño a la imagen pública de la Facultad. Daño que favorece a instituciones que miran con recelo el lugar de prestigio que ocupamos a nivel nacional;
7. Su realización ha provocado un daño importante al normal desarrollo de las actividades de pregrado y de postgrado.
Como usted y su equipo comprenderán, al demandarnos aceptar la petición de renuncia que ustedes han formulado nos están privando de un legítimo derecho. Por eso, dado que todavía opera el principio de inocencia respecto de las imputaciones realizadas en contra de la autoridad, dejemos que opere la institucionalidad y respetemos sus decisiones.
Nos espera una tarea mancomunada para reparar todo el daño causado a la imagen pública de la Facultad, por lo que le pido a usted y su equipo, el mayor grado de desprendimiento en el momento de su victoria política. Somos una comunidad y debemos convivir en el respeto cotidiano: hay que avanzar con rapidez a restaurar las confianzas. Todos somos necesarios en el nuevo escenario que se creará como consecuencia de este movimiento. Si todo esto termina con un quiebre profundo e irremediable entre estudiantes y entre académicos será muy difícil dar pasos estables en la construcción del proyecto de mejoramiento.
Le solicito, por el bienestar de la Facultad, que inicien ya las conversaciones con las autoridades de la Escuela para deponer la Toma y que convoquen a toda la comunidad académica, sin exclusiones de entrada, a una reflexión sobre el futuro que queremos para nuestra Facultad: no desconfíen ustedes como jóvenes idealistas que son, en la capacidad de la democracia y menos todavía en la contribución de los profesores de mediana y avanzada edad al éxito de nuestra Escuela.
Atentamente
Eric Eduardo Palma González.
Profesor asociado.
octor en Derecho